viernes, 28 de noviembre de 2014

Mente de un Maniatico

Hay veces en que me siento solo, completamente solo. En que lo único que quiero es dormir, comer y soñar. Perderme en vicios que me hagan olvidar mi soledad por un instante. Pero eso entupido y lo se. Se que no estoy solo, que tengo gente alrededor que me aprecia, que me quiere. Aun así, no se por que, siento una soledad que me amarra, que me tiene en sus garras.
Cuando me invade esa sensación de soledad me vuelvo una persona distinta, me vuelvo envidia y rencor, me vuelvo furia y descontrol. No soy yo… creo. Y ahí es cuando empiezo a dudar quien soy, si el que tiene la capacidad de pensar, de premeditar las situaciones, de querer y ser querido. O soy el sociópata, psicópata, que tiene doble personalidad, que hace cosas sin saber las consecuencias, el que buscar su beneficio más allá de todo. Ahí es cuando me digo que uno tiene poder sobre otro, que puede aplastarlo para que no tenga las fuerzas suficientes para lastimar, pero choco contra una pared al darme cuenta la cantidad de veces que el otro apareció e hizo de las suyas, logrando varias veces sus objetivos. ¿Cómo saber cual es la verdadera parte de uno? Todavía no lo descubro, espero algún día pueda hacerlo. Mientras tanto, me conformo con sacarle fuerzas a uno, pero me sigo preguntando y en mi cabeza da vueltas la idea, ¿Y si el otro aprende a sacarle las fuerzas al que una vez supo aplastarlo? ¿Qué voy a poder hacer en ese momento? ¿Será correcta una pelea en mi interior para saber que parte va a ganar? Una vez escuche el dicho “La vida es una continua pelea contra uno mismo” Nunca pudo ser mas cierto en mi ese dicho. Tengo miedo de mí, tengo miedo de lo que soy capaz de hacer, de hacerme y de hacerle a la gente de mí alrededor.

Hay veces en las que pienso que la otra parte de mi sabe mejor que yo sobre que es correcto y que no, que el tiene las cosas mucho mas premeditadas que yo, y que cuando me doy cuenta y puedo mirar para atrás, las cosas están hechas de la mejor manera para llegar a donde llegué. Me pregunto si algún día las dos partes de mi van a poder vivir en armonía.

martes, 28 de octubre de 2014

Maniático...

“La curiosidad mato al gato” dice el dicho, y continua “Pero al menos murió sabiendo”. Si logro saciar su curiosidad o no, es una duda que me mata. Nadie te puede asegurar eso de verdad excepto el gato, pero ya está muerto como para confirmarlo. Desde aquel día, me volví una persona curiosa por estos enigmas. Necesito siempre poder resolver las dudas que me aquejan, y si no lo logro, no voy a parar de intentarlo.  
Me hice adicto a la música clásica, ahora puedo encontrar en ella un sentimiento que antes no podía ver. Estuve escuchando “El trino del Diablo”. ¿Sera posible un pacto con el diablo? Por ahora encuentro mi respuesta en la melodía, pero es algo que voy a resolver.

Hoy soy un fugitivo. Mis actos de “vandalismo” llevaron a ser considerado una persona conflictiva. Fui acusado de diversos crímenes, que creen cometí por voluntad propia. “No señores, los impulsos no se controlan”. Esa fue la respuesta que dejo asombrados a varios de los testigos de mis actos. Sus miradas de temor al verme, considerándome asesino, psicópata. Que erróneas ideas tienen de mí, si me conocieran tan solo un poco, pero qué difícil es, ni yo me conozco lo suficiente. El decir que sentí placer de empujar a ese señor a las vías es poco, sabía todo lo que había hecho, lo seguí por semanas, y sé que se lo merecía. También recuerdo al marido golpeador que asfixie con una almohada en el hospital. A la mujer que engañaba y maltrataba a su marido, esa la disfrute de forma particular. El viejo que pisaba perros por placer con el auto, que lindo fue verlo arder en ese sarcófago de metal. Recuerdos que siempre voy a almacenar en mi memoria. Ahora que estoy en un tren de carga, en dirección a la nada misma, son mi mayor tesoro.
-Se que sos una imagen de mi subconsciente, ¿Qué es lo que queres? –dije.
-Quiero que recapacites en todo lo que estás haciendo. –Su voz era suave y tranquilizante.
-Es curioso que seas vos la imagen de mi subconsciente. –Le dije, agachando la cabeza.
-Por algo me habrás elegido. Habré marcado algo importante en tu vida.
-Me marcaste por completo. –Mi tristeza se hacía cada vez más notoria.
-Lo sé, soy vos… No dejes que un error mío haga que te arruines la vida.
-Morir no es un error.
-No fue accidental.
-Tampoco fue apropósito.
-Eso no lo sabes. Nunca lo vas a saber.
Mi mente me jugaba una mala pasada, la desesperación me carcomía por dentro. No podía caer en un sentimiento tan antiguo de esa forma.
-Ya te olvide. Te supere. Me hice una nueva vida. Él me ayudo. –No podía dejar de nombrarlo.
-Él soy yo, solo que en una forma desesperada para resolver los problemas.
-¡Y resulto!, así que no te metas. –No podía evitar gritarle, algo que me dolía mucho hacer.
Sentí su mano de mujer tocar mi rostro una pequeña milésima de segundo, y luego desaparecer. Mi cabeza siguió la caricia, como si de verdad hubiese existido, y luego me partí en llanto.

En ese momento sabía lo que tenía que hacer. Sabía cuál era el verdadero motivo de mi curiosidad.

martes, 14 de octubre de 2014

Maniático...

Siempre me costó expresarme, una persona que nunca dijo nada de lo que se le pasabas por la cabeza, así me consideraba. Pero después de que lograra comunicarme conmigo, que él me lograra sacar de mi prisión, soy otra persona. Ahora tengo ganas de hacer lo que siempre me reprimí hacer. ¿Me nombrarían tres cosas que nunca pudieron hacer y, después de lo que pase, creen podrían hacer? Yo puedo. La primera es simple, siempre que viaje en subterráneo, en la cruel espera, pensaba que sería interesante tirar un cuerpo a las vías. Sabía que iba a pasar, pero quería verlo con mis propios ojos. Aclaro, nunca dije que fuese a tirar a otra persona, tal vez podría ser yo, eso no lo sé. Segundo y más inocente, cuando veía una serie o una película me interesaba saber si la gente se podría sumar a un musical que se arme en la calle, claro, con un tema conocido. Sería interesante ver quienes integrarían el elenco. Tercera y última. En un momento de furia, romper algo cercano. Un puño limpio. Una descarga típica de ensueño, ¿no? Así como digo estas tres, de seguro hay muchas más.

Me desperté después de una noche de exhaustivo trabajo. Soy administrador de una empresa. Tuvimos que convencer a unos incautos de que su empresa no tenia futuro, que necesitaban de nosotros para poder avanzar en el mercado, obviamente, los logramos convencer. Pero hoy no me desperté alegre como todas las mañanas, y eso que eso ya lo habíamos hecho muchas veces, e incluso peores cosas aun. Me dolía la cabeza, como si fuese a explotar. Fui al trabajo igual, no creía que algo me iba a pasar.
-Hola señor. –La secretaria, con una cara de desprecio que se veía a metros, me saludo.
-Hola. –Fui rápidamente a mi oficina, raramente, me sentía observado.
-Señor, hoy van a limpiar sus vidrios, un señor nuevo que vino esta mañana a informar que le tocaba a todo el piso este día. –Rápidamente se paro y me siguió para darme esta noticia innecesaria.
-Eso no tiene ninguna relevancia, ¿Qué paso con el negocio de ayer? –La apure, algo mas tenía que decirme.
-No sé nada señor. –se dio vuelta, enojada, y ahí me acorde por que la contrate.
Una vez en mi oficina, logre informarme de los cambios de la otra empresa, habían aceptado y nuestros números estaban en alza, ahora con menos competencia, así que las cosas marchaban bien. Miro por la ventana, necesitaba inspiración, necesitaba despejarme. En ese momento para un señor colgado, limpiando los vidrios.
-¡Eh! ¿Qué haces? ¿Qué haces comiendo a esta hora? ¿¡Para esto te pagamos?! ¡Seguí trabajando! Vago. –No podía soportar que coma enfrente de mi ventana, me entraba ese olor asqueroso a estofado.
Me miro de reojo, y siguió comiendo.
-¡¿Sos sordo infeliz?!

Se paro, se dio media vuelta y me miro, tenía una mirada fija, penetrante, y aun así, no lograba distinguir su rostro. Dejo el plato a un costado y le dio un puñetazo al vidrio. Lo quebró todo. Me quede petrificado. Avanzo por los pedazos de vidrio roto, y me levanto de la camisa, me olio y me dijo “Ándate a la puta que te pario”. Dio media vuelta y se bajo en el aparato por donde subió. Salí desesperado a buscar a seguridad, les informe de este señor y de lo que sucedió, me dijeron que todavía no había llegado. Les pregunte si no escucharon el ruido del vidrio, me lo negaron con la cabeza. Salí, no quería estar ahí, quería volver a la seguridad de mi casa. Salgo a buscar mi auto, uno negro reluciente. Me subo y logro andar un par de cuadras, pero después dejo de responder, se quedo sin combustible. Sin otro remedio ya, decido viajar en el transporte público. El subterráneo. Al pasar todas las barreras de pagos y etcétera, llego al andén. Solo había una persona, parecía dormida, no le preste atención. Escucho venir el tren y una mano me empuja hacia las vías, mientras caigo veo para atrás, era la misma mirada, la misma persona, con una venda en la mano con la que rompió el vidrio. Sus ojos eran odio puro…

martes, 30 de septiembre de 2014

Zafar - La Vela Puerca (reversión)

http://youtu.be/7K4TZmI3_eU?list=PLBu3YRwhcBZVLW_qblKh4yDnUGI3DuTUj

Chau - No te va a gustar (reversión)

http://youtu.be/uROpxNq89E0?list=PLBu3YRwhcBZVLW_qblKh4yDnUGI3DuTUj

Maniático...

Me encontraba maniatado en una silla, en algún sótano húmedo. La luz estaba prendida, una pequeña lámpara en el medio de la habitación. Amontonadas cajas y cajas de cosas que no lograba reconocer. Una escalera de madera antigua, por la cual empezó a bajar una persona. El rechinido más tétrico que había escuchado en mi vida. Por alguna razón me dolía mucho la cara, supuse que fue porque me golpearon antes de ubicarme acá. No sé porque me habían hecho esto, yo no había hecho nada, era una persona buena en mi vida, nunca le hice mal a nadie. Empecé a recordar a mi familia, mis amigos, no recuerdo haberle hecho mal a ninguno de ellos.
-¿¡Qué hago acá?! ¡¿Qué hice para merecer esto?!
-Nada… -Respondió.
“¿¡Qué?! ¿No hice nada? ¿Y por qué me tenía acá? ¿Por qué yo?”
-Solo… que no me caes bien. –dijo, con una sonrisa siniestra.
Mi cara de terror era irreconocible, y él parecía disfrutarla.
-¿Alguna vez, en una parque, en tu niñez mataste hormiguitas? Yo sí, y sé que cualquiera lo hizo, tal vez por inocencia, tal vez por diversión… Yo lo hice por la segunda opción, y ahora te hago esto a vos por el mismo motivo.
-¿Y por qué yo? Podrías haber elegido a cualquier persona… yo no le hice mal a nadie, siempre trato de ser bueno con todos…
-Tal vez sea ese el motivo de que seas a quien se lo hago, sos demasiado bueno con todos… algo malo tenes que tener, algo malo ocultas.
Su forma de hablar era tan seria, estaba absolutamente decidido a hacer cualquier cosa. Sonreía a cada paso que daba, a cada palabra se le escapaba una mueca de diversión.
-¿Por qué me haces esto? ¡¿Por qué lo disfrutas?! –Casi llorando, no podía contener la frustración.
-Es que si vas a cargar con el remordimiento de una muerte por el resto de tu vida… por lo menos hay que disfrutar el momento, ¿No?... Va, digo… Tal vez no sea lo adecuado, pero ¿Quién decide eso? Creo que me voy a divertir mucho con vos… -Se le escapo una risa al final.
-¡Estás enfermo!
-No estoy enfermo, soy como vos… pero yo decidí soltar lo que vos no pudiste. Mi ser interior, mi maniático interior.
-¡Yo no soy como vos! –Trate de gritar tan fuerte como pude, tal vez alguien pudiera escucharme.
-¡Sh! Nadie te va a escuchar, estamos en un lugar al que nadie viene hace muchos años. ¿No lo reconoces? –Me miro a los ojos y se alejo a recorrer el lugar, con los dedos tocaba las paredes mientras daba una pequeña vuelta en su propio eje.
-Es… mi teatro… donde hice teatro cuando era chico… pero, esta vació, no queda nada de esa época…
-Exactamente. También hice teatro acá. Y al igual que este lugar, yo también estoy vació a comparación de esos años. ¿Y sabes que es lo más divertido? Que yo soy fruto de esos recuerdos… -Ahora miraba de forma intensa a lo que sería el “escenario”, sin importar darme la espalda.
-¿A qué te referís? –Estaba asustado.
-¿Todavía no te das cuenta? ¿Todavía no comprendes?

El lugar comenzó a prenderse fuego, unos cables pelados habían hecho contacto con un aceite que “accidentalmente” había quedado en el piso. Todo el lugar, un teatro gigante, empezó a arder en llamas. Salí caminando del lugar, renovado… mientras que el fuego a mi espalda, quemaba lo que quedaba de mí. 

jueves, 25 de septiembre de 2014

¿Por qué?

Todavía dolido por lo sucedido, decidí esperar, esperar a que algo bueno me ocurra, que una mínima ilusión me sonría. ¿Cuánto seria el tiempo que tendría que esperar?, la ansiedad me carcomía por dentro y por fuera, no podía ocultar mis nervios, no paraba de moverme de aquí para allá pensando en el feo momento que acababa de vivir, todo sucedió muy rápido, no dio tiempo de reacción a nada, lo último que recuerdo es… es… ¡nada!, no recuerdo nada, es como que todo se hubiera ido misteriosamente, como si mi cabeza me este ocultando algo, pero… ¿Qué?, ya creo que ni vale la pena pensar en que, total, ya paso, aunque seria estimulante para mi saber qué es lo que ocurrió ayer, recuerdo… estaba sentado en el patio de mi casa, tranquilo, tomando un mate con mi mujer, una noche como cualquier otra, aburrido y alegre a la vez, nada en particular. Recuerdo que había sido un día agotador, mucho trabajo en la oficina y los típicos problemas con el transporte público. Me había despertado temprano esa mañana, con la idea de desayunar tranquilo y poder compartir el momento con mi mujer. Recuerdo el trabajo, todo lo que hice ese día, me la pase escribiendo problemas en la computadora, eran demasiados, había muchos inconvenientes en la empresa, y tenía que archivarlos en la computadora, tecleaba y tecleaba, parecía que nunca llegaría a terminar a tiempo para llegar a mi casa a pasar la noche con mi amada esposa, pero… llegue a tiempo, no recuerdo haber terminado mi trabajo, tampoco en el cómo llegue a mi casa. 
Empiezo a recordar mas, pero no importa porque no recuerdo que es lo que me paso, ¿Por qué?, instintivamente se que algo malo me paso, pero mi cabeza no me deja ver que es, ¿me estará protegiendo de algo? Pienso… pero nada, solo sé que donde antes había un recuerdo ahora hay un espacio oscuro, que me causa… me provoca… me obliga a pensar en que hay ahí. Estoy más nervioso que antes, empiezo a deambular de un lado a otro, me como las uñas, agarro mi cabeza con el fin de hacerla funcionar, pero nada… suspiro, me relajo, y empiezo a concentrarme, hago un último intento por recordar que fue lo que me paso, sueno mis dedos, me muerdo los labios, vuelvo a golpear mi cabeza, hasta que… empiezo… ¡a olvidar!, empiezo a olvidar todo, todo eso que había recordado, comienza a abandonar mi mente, decido dejar de recordar para dejar de olvidar, aunque no fuese mi intención olvidar. Ahora solo se que si intento acordarme de algo, olvido otra cosa, pero… tengo curiosidad de que fue lo que paso, eso tan terrible que me sucedió. 
Ahora tengo demasiadas preguntas a las cuales respuestas no les puedo encontrar por la simple razón de que me costaría la memoria, pero… ¿Por qué?, ¿fue tan terrible lo que me paso?, o… ¿fue algo demasiado bueno que quede pasmado de la sorpresa?, ¿no habré sido yo el que hizo lo tan terrible?, no… no podría haber sido yo, ¿Cuál sería mi razón? Pero no… no fui yo, si no… lo recordaría… estaría siendo carcomido por dentro por mi conciencia, pero… también lo podría haber hecho inconscientemente… y… así no lo recordaría… ¡no!, yo no podría haber hecho nada que me hiciera mal a mí mismo, ¿o sí?. Estoy dando vueltas sobre los mismos interrogantes, no vale la pena hacerse estas preguntas que solo me ponen peor. Intento una vez más recordar, pero con el cuidado de no perder mis memorias, vuelvo a suspirar, me rasco la cabeza, aloco mi cabello, me siento en el piso y empiezo a vagabundear por mi inconsciente, trato de no dejar pasar ninguno de mis recuerdos, los reviso a todos uno por uno, desde el principio hasta el fin, dicen que para encontrar el desencadenante de un enigma hay que revisar desde cero, y así pienso revisar mi cabeza. Comienzo a ver algo... termine de trabajar... tome el colectivo y... llegue a mi casa, justo para el horario del mate en el patio, entonces... ¿qué es lo que me paso?... recuerdo que me tire a dormir, mire a mi mujer a los ojos y... mire su bello cabello a la poca luz de la luna que entraba por la ventana entre abierta... estire mi mano, acaricie su frente con mis nudillos... agarro mi mano… la rozo con sus labios rosados, me miro con sus ojos colmados de lagrimas… mientras que pasaba mi mano por su hermoso rostro… comenzó a sacar la mano que tenia por debajo del acolchado… teniendo en ella un filoso cuchillo recubierto con un brilloso rojo sangre… con mis ojos entre cerrados y con muy pocas fuerzas mire mi abdomen, sentí un frio polar por todo mi cuerpo… la volví a mirar… me miro… me hablo…me dijo… “perdón, yo no quería, perdón”… se largo a llorar… llore… me besó…sentí sus frías y saladas lagrimas sobre mis labios…y... ahora estoy vagando en la nada, soy solo un pobre espíritu desgraciado que fue traicionado, y que está condenado a vagar por la nada pensando en el... ¿Por qué?...

La paciencia del pensador

Marcos era el último de esa fila interminable, por suerte para él. Rogaba para que la fila avanzara despacio, o hasta para que no avanzara, pero aun así lo haría, y el no podía hacer nada.
Esperaba y esperaba, ya que no le quedaba otra salida que la aceptación, aun así en momentos perdía la calma y tenía que recurrir a la paciencia. Marcos se sentía orgulloso de haber llegado hasta ahí, fue un camino largo, pero él lo supo aprovechar.
Ya estaba a mitad de camino, y se preguntaba qué era lo que habría del otro lado, que haría una vez adentro. 
Extrañaba todo lo que había dejado atrás, su casa, sus hermanos, sus hermanas, su padre y su madre, sus mascotas, en otras palabras, todo lo que poseía, todo lo que adoraba. Tanto viaje, tanto tiempo sin verlos a todos, los hizo extrañarlos, hasta olvidarlos, aunque, muy dentro de él, sabía que pronto los vería de vuelta. 
Tuvo la desgracia de haber caído el día que menos se lo esperaba, tenía muchos planes que ahora se veían cambiados por… por… ¡por esto! Aun así, no perdía las esperanzas de que al otro lado, allá alguien a quien conociera, con el que pudiera platicar la eternidad que duraría, ojala fuera así. Desde antes de salir a ese camino que lo conduciría a este destino, Marcos, había cumplido todos los horarios que se le habían presentado a la perfección, no le falto realizar ninguna obligación, se sentía casi satisfecho.
Había sido tan generosa con él, que no podía traicionarla a último momento, ya a tan poco tiempo de llegar al final, a esa luz, que ahora estaba a pasos, a metros, a segundos de él. Ya lo había visto al principio, por lo cual, ya era imposible volver atrás, ahora solo le quedaba caminar, despacio, hacia el otro lado, no podía reprimir el orgullo de haber llegado hasta ahí, pero tampoco el de no querer estar, en ese momento, precisamente, ahí.
Su cabeza le daba vueltas, ya no sabía que pensar, a cada paso que daba, avanzaba con más lentitud, para poder repasar todo. Algunos de los que se encontraban atrás de él, comenzaron a rebasarlo, lo cual le dio cierto alivio, aun así, sabía que no duraría para siempre, y, tarde o temprano, tendría que enfrentar su miedo.
Después de todo lo ocurrido, solo le quedaba enfrentarla, porque ella, ella le había dado todo, todo su amor, todo su aprecio, y él no podía decepcionarla en el final, no ese día, que era tan importante para ella, aparte, ya había pasado lo peor, las horas de viaje, dejar todo atrás para llegar a ese lugar, pero él no quería compartir con ella su gran día, le traía tantos recuerdos, no quería compartir su cumpleaños, no el de su ex, con la que habían pasado tantos buenos recuerdos, y para colmo, ahí iba a estar mi actual suegro, si me veía ahí, soy hombre muerto. Ya que yo… soy Marcos.

Vacaciones en la Metropoli

Teníamos, en ese hotel de 5 estrellas, alojamiento y desayuno, y eso es lo que hicimos, el desayuno era impresionante, Panqueques con todos los réyenos, café, tortas más grandes que las de una boda, jugos de todas las frutas conocidas, leche sola, y con cacao, tostadas, dulces cremosos que impresionaban a simple vista, y muchas cosas que nunca hubiera imaginado ver ahí, no solo por lo fantástico del lugar, sino también por que no conocía su existencia. Nos habremos pasado horas comiendo, la verdad ni nos dimos cuenta, hasta que el mesero, muy amable, nos pidió que nos vayamos a nuestras habitaciones o a recorrer la ciudad. Mi madre, exhausta, se fue a la habitación, ella estaba convencida de que había que aprovechar al máximo posible el alojamiento en ese hotel. Mi padre, sin preocupaciones, nos llevo con él a recorrer el centro de la Metrópolis. Mi hermana, y yo, después de ese agotador desayuno, como obligación de ser hijos, solo nos dignamos a asentir y a seguirlo. Al salir, mi padre, el austero, paro un taxi para llevarnos, ya que notaba el cansancio en nuestros ojos. El taxista iba lento, a una velocidad de turista (de un turista con plata), pero aun así, mi padre no lo apuró, ya que no le afectaba en lo más mínimo. A la media hora llegamos, supongo, a la casa de gobierno, era un palacio de un color marfilado, con cortinas gigantes de color rojo colgando en cada ventana del edificio, además tenía un patio inmenso, con fuetes de todos los tamaños, y muchos árboles, todo estaba rodeado por unas rejas que no alteraban la imagen de tranquilidad que transmitía esa mansión, en las colosales puertas de las rejas, habían cuatros guardias, o militares, no sé, que con sus trajes rojos y azules, se mantenían quietos, mirando hacia el horizonte, con su fusil cargado a los hombros. El taxista siguió a la misma velocidad con la que lo encontramos, lenta y pausada, por las calles de la ciudad. Con sorpresa nos topamos con el centro de la capital, nos dimos cuenta por que el pasar de peatones era constante, e imperturbable, por los edificios altos, los anchos negocios, el flujo estancado de vehículos, y muchas cosas que en mi barrio no había. Mi padre, el conocedor, señalo, un edificio gigante, y nos dijo que era uno de los más altos del mundo, nos conto su historia, sus anécdotas, sus leyendas, y todo lo que él había leído en un folleto del hotel. Seguimos paseando, sin parar, hasta caer la noche, ya habíamos perdido sentido del tiempo dentro del taxi, que no pudimos ni siquiera recordar que estábamos dentro de uno, y que al paso del tiempo, mayor iba a ser el monto que al final tendríamos que abonar. Con un poco de timidez, le dije a mi hermana mayor, lo que había pensado, y esta de un salto, se le acerco a mi padre, el soñador, que miraba por la ventana del vehículo. Al enterarse, este le aviso al chofer que nos llevara al hotel, lo más pronto posible, y mi madre, consciente de lo que había hecho, esperaba en la puerta, al bajar él del taxi, le dijo: “mi marido, el boludo”.

Relato de narrador

Nunca entendí a los idiotas que leía en las novelas policiales y románticas… me parecían ilusos soñadores… sin expectativas en sus vidas que necesitaban resolver cosas o hasta casarse para ser felices… ¡puaj!... El sólo hecho de ilusionar al lector con que el matrimonio o que la satisfacción de solucionar un enigma traiga felicidad, me repugnaba. Esos personajes tan repetidos… tan agotadas quedaban ya sus ideas, siempre elegir lo mismo… siempre ser feliz después de haber “dominado” la situación… después de “quedarse” con la chica de la historia… siempre la felicidad… ¿Por qué?... ¿quien estableció que eso es lo correcto?... pocos escritores se arriesgaron a escribir un final “triste”, ¿para qué?, para que vengan otros escritores… tomen sus historias y les pongan finales “felices”… solo clásicos como “Romeo y Julieta” y otros pocos, no han sido saboteados por la “mano feliz del escritor común”, que copia ideas y les pone …¿¡otro final!?… ¿Qué sentido tiene eso?... solo ilusionar al lector de que esa es la versión más recomendada ya que tiene un final “aceptable”… 
¿Qué pasaría si decido crear una historia nueva… del genero policial, romántico, y algún otro género que quiera ponerle a este atrevido texto?... ¿se atreverán a sabotearlo con un final “feliz”? No me importa ya, pero antes de empezar la historia… quiero avisar que esto es falso y que seguramente… aclaro, seguramente… no pasaría en la vida real… no se ilusionen de que algo de este texto les pueda pasar a ustedes… son todas cosas que escribo con el único fin de escribir para relajarme… si es que esa es la palabra adecuada… no quiero buscar bronca a nadie con el principio del “Prologo”, y menos a que cambie mi texto y le ponga otro final o no… a que simplemente lo altere en la mitad… no se… donde sea… a ellos: ¡Escriban sus propias historias y no alteren mi trabajo!, empiecen desde cero, como yo lo hago.
Bueno… me quisiera presentar… yo seré su narrador en esta historia que espero… se tornara interesante. Como ya bien han notado… soy un poco crítico, así que no se sorprendan de todo lo que diga a lo largo del cuento… interferiré en los momentos que yo quiera… así que no se sorprendan de en donde aparezco…
Como ya les conté en un principio, este cuento, texto o historia… va a tener romance, algo de historia policial, intentare ponerle comedia. Voy a ponerle enigmas, muchos enigmas, si es que puedo… misterio… me gustaría ponerle terror, pero es muy complicado por este medio, y millones de cosas que se les ocurran, podrán llegar a ver en esta ficción.
Bueno, no importa lo que tenga este texto, si tiene un gorila gigante, o un monstruo de un lago, o un detective ingles muy famoso… o, un romance en el que mueren las dos partes de un amor… no interesa si habla de una guerra entre perros y gatos, o la invasión de Constantinopla, o si a Fernando VII le gustaban los colores que lo representaban, o hasta si el caballo blanco de San Martin era blanco, o no, o si en realidad era una mula, o si podría haber sido un dálmata, o ciento dos de ellos. Solo importa el hecho de que esta relatado por mi… su narrador favorito…

La muerte mas Bella

No podía respirar, se me cerraba el pecho, y la espalda se retorcía de dolor. Mi vista se nublo, y me sentía como un árbol al ser talado, cayendo de lleno y sin poder evitarlo. 
Un segundo… cerré los ojos un segundo, pero pareció una eternidad. Empecé a ver un montón de cosas… momentos interesantes, historias olvidadas, instantes clave en mi vida. Además, no solo vi, sino que sentía como si estaba presente en la creación de terremotos, tormentas, huracanes, explosiones volcánicas, y millones de desastres naturales imaginables. Todo se mesclaba, los minutos de mi existencia con la ira de la naturaleza, todo al mismo tiempo en mi cabeza, la lava con los momentos de soledad, los relámpagos con los rostros de mis amigos, los tornados con la familia que tanto me cuidó…De repente, cuando todo se había intensificado en mi cabeza, se calmo, tan bruscamente que me parecía escuchar el eco de lo que estaba escuchando antes… el silencio duro una milésima de segundo, porque acto seguido, un tren, vi un tren a gran velocidad en mi visión…
Desperté, todavía veía borroso, pero reconocía el lugar donde estaba, era una ambulancia. Un hombre y una mujer, uno de cada lado de mi cuerpo, me estaban teniendo para que no me caiga. Me sentaron en la camilla, y me empezaron a hablar. La mujer saco una linternita y comenzó a segarme rápidamente. El hombre, se fue apresuradamente a buscar agua. Aparecieron más personas a mi alrededor, no reconocía sus figuras, pero los registraba por las voces, eran tres hombre y dos mujeres más. 
Me agarro sueño, un cansancio incontrolable. Me dormí de golpe, esta vez mi sueño no tenia cosas que me habían pasado, sino todo lo contrario, parecían ser premoniciones o sueños para mi futuro, cosas que podrían llegar a sucederme, eso sí, aparecieron otra vez los desastres naturales… pero ahora con rostros de gente que no conocía, pero supuse que eran personas que pronto conocería… al momento más estridente, todo volvió a calmarse y el tren que antes había presenciado, pronto volvió a ser protagonista en el mismo instante.
Otra vez me encontraba con la visión borrosa, tenia baba colgando de mis labios, y olor a vomito en mi ropa. Me sentía mareado. Un hombre, supuse por las manos ásperas, al notar que abrí los ojos, se me acerco, y repitió el mismo paso de la mujer que me atendió luego del primer ataque, me segó con la linternita. Se acerco una mujer… otra vez deduje, pero esta vez por su dulce voz. Me hablo, y preguntó que veía, si me sentía mareado. Me intentó hablar, con el hombre que me había segado el instante previo: “tuvo un ataque de epilepsia, vomitó y se durmió…”. Me empezó a doler la cabeza, comencé a quejarme, y me agarre la nuca. Se miraron y me trataron de tranquilizar, me dijeron que pronto llegábamos al hospital. Me recosté e intente dormirme “otra vez”.
Vi una sombre, borrosa, reconocí por sus curvas que era una mujer. Estaba parada en medio de un parque, atrás de ella veía una luz, supuse que era el brillo del sol. La mujer se dio vuelta y se fue acercando a mí. Empecé a temblar, no sé por qué. Cuando la tuve lo bastante cerca como para verle el rostro… Sonó la bocina de un tren, y pronto comenzó a rugir su motor al arrancar.
Estaba en una cama, ya sin mi ropa (si no con esa mierda de tela que te dan en el hospital) y, aparentemente, bañado. Me levante apresurado y espantado, como si con tan velocidad hubiese salido del sueño. Todavía asustado por el sueño, decidí agarrarme el pecho y tratar de respirar hondo. Me tome el pulso, y esta acelerado… pero nada fuera de lo normal. Me recosté y trate de relajarme. Empecé a temblar, perdí el control de mi cuerpo, sentía la baba correr por mi boca a gran velocidad, apreciaba el dolor de las convulsiones en su máximo esplendor… y escuchaba a mujeres con sus tacos de enfermeras, corriendo para tratar de ayudarme.
Veía un tren y un cielo nocturno que anunciaba desgracia. Me encontraba esperando en el andén con mis valijas, no se a quien ni a qué. Mire para adentro de el vagón mas cercano y vi a muchos ancianos. Me moví rápidamente para fijarme que había en el vagón de al lado, eran niños, algunos pelados, otros con muchas heridas, cicatrices. Corrí a mas velocidad a ver que había en el vagón de al lado y… eran mascotas, muchas de ellas. Corría como una gacela para ver que había en cada vagón, hasta que llegue al último. Un vagón vacio era el último. Tenía una chapa de oro puro clavada debajo de la ventana que decía: “Este vagón es para todo ser que merezca ser infeliz”. Una bocina de tren empezó a sonar.
Desperté tan pronto como el tren calló y al mismo momento que sentí la electricidad en mi pecho al reanimarme. Un señor con guardapolvo blanco empezó a gritar, una señora detrás de él con el mismo guardapolvo, comenzó a trasladar mi cama a otro lado, una joven con guardapolvo rosa la ayudaba. Me llevaban por un pasillo iluminado, tal vez en exceso, hasta otra habitación que parecía ser para pacientes que estaban más graves. Solo podía ver, y con el ojo entre abierto. Intente hablar… pero nada, parecía que tenía una cinta que no me dejaba ni abrir la boca. Cerré los ojos y…
Estaba sentado en una silla, muy cómoda, adelante mío tenía una mesa, y del otro lado otra silla. Me exalte, mire a mi alrededor y vi unas maletas que parecían las que tenía antes en el andén. Me levante y trate de abrir la ventana, pero fracase. Me rendí con facilidad, como si supiera que todo lo que haga no valdría la pena. Me senté y espere… pronto sentí que una puerta atrás mío, se abría. Escuche un portazo. No me atreví a mirar. Se me nublo la vista. Una sombra se sentó en la silla enfrente de mí y apoyo algo sobre la mesa. Sonó otra vez la bocina del tren, y empezó a moverse el pesado vehículo.
Las placas eléctricas impactaban una y otra vez contra mi pecho. Me senté bruscamente, y los enfermeros se alejaron de mí rápidamente. Tenía la vista en perfectas condiciones. Se me acerco una médica y me empezó a hablar. No podía oírla, no le podía responder, no podía hablar. No reaccionaba, no me podía mover como para decirles que no podía hablar o que no podía escuchar… Mi cabeza empezó a girar levemente para ver toda la habitación… A la primera persona que vi, fue a la médica, intentando hablarme. Atrás de ella, se encontraban tres enfermeros con guardapolvos celestes. Había un gran espejo en lugar de una pared, atrás de él habían tres personas, una familia, que miraban impacientes por el vidrio. Mi visión siguió buscando no se qué cosa. Y miro en la esquina, una preciosa dama, de hermosos cabellos castaños ondulados y largos, con una nariz respingada, unos labios carnosos, ojos color café, cachetes aparentemente suaves, cubierta por un vestido negro estero que le cubría hasta la altura de los tobillos, ese vestido parecía de fiesta. Se estaba limando las uñas, mientras veía la hora en su reloj. La mire y sonreí. Me apoye son suavidad en mi almohada y cerré mis ojos. 
Miraba por la ventana el paisaje a oscuras, apenas iluminado por la luna más nueva que pudiera haber imaginado algún día. Pronto mi mirada se desvió a la mujer que se encontraba enfrente de mí esperando, aparentemente, mi atención. Era la misma del vestido que había visto en el hospital, tan bella y radiante como antes, o tal vez más. Cuando la mire a los ojos, parecía que irradiaban un resplandor que solo la luna le puede dar a un ángel… Se me acerco, tomo mi cara entre sus manos y me robo un beso. Se sentó otra vez en su silla, se relamió el labio, me miro de reojo y empezó a barajear un mazo de cartas en sus manos. Atónito la miraba, e intercambiaba la vista entre ella y el paisaje nocturno… cada vez más tenebroso. Al mirar a ese ángel sentado delante de mí, por mi cabeza pasaban cosas que cualquier otra persona ya de seguro tenia bien en cuenta… La bocina del tren arranco a sonar.
Abrí despacio los ojos. Tenía un cuello de plástico con un tubo que salía de mi garganta. Me relaje automáticamente, no porque yo quisiera, si no porque había algo que me obligaba a hacerlo. Mire al techo de “mi” habitación de hospital. ¿Qué mierda me pasaba? Sentí que mi pecho comenzaba a temblar, mis piernas y brazos lo acompañaban. Mis ojos dejaron de ver. Pero el dolor nunca llego, no sentía nada, solo escuchaba… escuchaba los gritos de mi médico y mi medica alterados.
-¿Listo? ¿Ya podes escucharme?
Sentía una voz dulce, tierna y suave que me hacía sentir especial… sabia que esas palabras iban dirigidas a mí. Pronto reaccione y mire. Vi la mesa con un tablero de ajedrez posado arriba y pensé…
-¿hola?, ¿me escuchas?, yo se que si… ¿me podes mirar?
-¿eh?, si, si…- la mire a los ojos y después al tablero arriba de la mesa- ¿querrías jugar?
-Me encantaría, -estaba como alegre por mi pregunta- yo soy las blancas… ¿O queres serlas vos?
-No, no, está bien… yo soy las negras… siempre me gustaron mas.
-Ja ja ja, eso tiene doble sentido… que lastima que yo no soy negra -decía esto mientras posaba su cabeza en sus manos juntas con sus codos apoyados en la mesa y el tablero… y su cara medio torcida hacia un lado, dando una apariencia de lastima- hum (suspiro).
Empezamos a jugar, los dos estábamos muy concentrados… aun así, seguimos hablando.
-Sabes quién soy, supongo, o al menos tenes una idea, ¿o me equivoco?
-No, si se, creo que después de un rato de hablar con vos, no me hubiera imaginado que seas vos, ósea… bue… es una larga historia… no te imaginaba así, te veía mucho más hostil.
-Todos lo hacen. Nadie me ve como un… en mi caso, una humana… todos creen que soy hombre y peor aún, el esqueleto de uno… pero ya viste que no… que soy hermosa.
-Sí, lo sos. Sos muy bonita.
-¿Nada mas?, ¿muy bonita?... que cortos se quedan los hombres últimamente… no saben el valor de lo que tienen adelante, son patéticos… ¡soy la mujer más bella de la tierra de los muertos!
-Eso no lo dudo… pero para mí… mi esposa es la mujer más hermosa del mundo… y quisiera haberme despedido de ella al menos… un beso a ella y a mis hijos, mínimamente.
Ella bajo la cabeza y movió otra ficha… aparentaba estar avergonzada, de seguro por el beso. Parecía no saber nada de la persona a la que le tocaba llevarse al inframundo. Como si fuera “solo un trabajo”. 
“Jaque”, pronuncio casi con desconsuelo, con un dolor, que parecía, lo vivía a flor de piel. Mis jugadas poco y nada podían hacer ante una táctica tan bien tramada. Poco a poco empecé a ver el tablero más detalladamente… y luego de un rato dije: “Jaque”, tapando su jugada con un caballo que miraba fijo a su rey.
La partida siguió y el viaje en tren también… parecía de nunca acabar, ni uno ni otro. En el momento menos pensado, cuando iba a mover un peón para hacer el clásico “jaque mate”, empecé a oler a acaroína… un clásico “olor de hospital”… me comenzaron a sudar las manos, mis piernas y brazos bailaban en lugar de temblar, mi cabeza daba vueltas.
-No digas nada de mi existir, ni de nada de lo que viste acá… o me vas a obligar a volver a por ti… y sé que no te agrada mucho la idea… 
Se me acerco y me dio un beso en la mejilla, me acaricio el pelo y se despidió… en el mismo momento en que ponía al peón en su lugar, la bocina del tren comenzó a sonar de forma estridente… Ella me beso, otra vez, con sus labios carnosos y me dijo: “Hasta siempre querido, nos vemos en la otra vida”. Su aliento era cálido como un rayo de sol en un joven día de invierno.
Abrí los ojos, y vi la luz del quirófano… sentí la electricidad de las placas sobre mi pecho y también la sintió la pequeña figura de madera que se encontraba en mi puño cerrado… ese pequeño peón negro parecía ahora no solo tener vida… sino también, valía la mía.

Las piernas cerradas

Se levanto y me miro, con sus ojos fríos me atormentó. Me congeló. Fue para la esquina de la habitación y comenzó a vestirse, nunca perdió la vista de mí. Yo, triste y desconsolado, me encontraba sentado en el borde de la cama. Se dio vuelta, y miro por el espejo, su aspecto y el mío. Yo se que nos comparo en ese instante. Ella pensaba que mi vida era envidiable, yo sabia que la de ella no. Nunca supe si me amo de verdad, o si solo fui un juego. Siempre me negó este pensamiento, pero yo dudaba, su forma de actuar no iba al compás de lo que sus ojos trasmitían. Esos ojos marrones café, me segaban más que el mismo sol. Cuando me miraba, yo perdía las palabras de la boca, dejaba de hablar o comenzaba a dudar de mi mismo. Esos ojos, tortuosamente hermosos, me arruinaron varios momentos en que trate de hablarle, pero en otros me resultaron de ayuda para saber lo que sentía.
Se sentó a mi lado, cruzada de piernas y con el pelo despeinado. No me miraba. Apoyo su cabeza en mi hombro y suspiro. Mi corazón se paralizo. Comenzó a abrocharse la camisa, botón por botón, sin despegar su cabeza de mí. Mientras empezaba a silbar una canción conocida, giraba su cabeza para mirar la habitación. Una habitación medianamente grande, con paredes recubiertas hasta la mitad con un empapelado amarillo y la otra mitad, al igual que el piso, de madera, un ventilador de techo rustico color madera, una cama matrimonial, dos mesas de luz, un sillón enfrente a la cama, una puerta de madera con un espejo lo suficientemente grande como para verse de la cintura para arriba.
Se levantó y su pelo sacudió, ese hermoso pelo negro perla semi-ondulado. Esta vez no me miro. Se puso sus jeans ajustados. Se paro en la puerta, dándome la espalda y dijo:
-¿Te pasa algo?
-No… creo que no –dije, suspirando.
-No me trates de entupida… se que te pasa algo.
-No lo entenderías.
-Sabes que la única que te entiende soy yo.
-Es que… voy… voy a ser papá… ¿comprendes? –dije, emocionado y obviando la respuesta.
-No… vos sabes que no lo entiendo.
-Ya no puedo seguir así, lo siento –extendí la mano y le di los billetes.
Los agarró y se los metió en el corpiño. Se sentó en el sillón para poder atarse las zapatillas. Al pararse y dirigirse a la puerta, dijo: “Nos vemos la semana que viene”.

Tímida Compañia

Me encontraba solo, sentado, en la playa. Estaba esperando el año nuevo. La luna blanca y gigante, alumbraba la oscura noche. Pronto, ella llego a mi lado, vino a hacerme compañía.
-Hola -dijo ella.
-Hola -le respondí.
-¿Por qué no estas en la fiesta?
-Quiero estar en la playa.
-¿Solo?
-Solo no estoy.
-Pero lo estuviste.
-Si, pero… -Me interrumpió.
-Lo estuviste.
Los dos nos encontrábamos mirando la luna en el horizonte. Esa luna que se bañaba en el mar.
-Bueno, hagamos algo que te gusta. -dijo ella.
-Bueno, dale… -como esperando una respuesta.
-Hablemos.
-Je, dale -Reí.
-Pero vas a hablar vos.
-¿De que queres que hable?
-De lo que quieras.
-Bueno… “Había una vez un chico que estaba solo en la playa, solo un 31 de diciembre. No es que lo haya querido estar, pero lo estaba. Aun así, el disfrutaba de su soledad.
De pronto llego una chica muy querida por él, llego a hacerle compañía. Él se alegro al verla y, se supone, que ella también. Ella le hizo preguntas y lo obligo a hablar, él empezó a contarle una historia en la que le contaba lo que recién habían pasado. Pero en su historia no contó el final, no contó lo que paso después. Cuando ella se le acerco lentamente y él, tímidamente, hizo lo mismo.”

Gracias...

Las gotas de lluvia golpeaban mi cara, el caminar por ese campo abierto, se había tornado una mala idea. El viento era cada vez más fuerte, y mis piernas estaban cada vez mas cansadas. La noche ya había alcanzado su punto máximo, la luna estaba llena y justo arriba mío, y yo, ahora parado, quieto, miraba entre la espesa cortina de agua. El viento no paraba de recordarme que seguía presente. Ya sin fuerzas, me senté arriba de una piedra que logre diferenciar. Mis pensamientos nunca se habían sentido más libres, más tranquilos. Nunca había tenido tanto tiempo para pensar. Nunca había tenido tanta facilidad de pensamiento. En ese momento, una lagrima cayo y rodo lentamente por mi mejilla, pero no la pude diferenciar en mi cara, la lluvia se la había llevado. La piedra se torno incomoda, decidí arrodillarme en el piso. Mis manos, con furia, golpearon el triste suelo, azotado por la tormenta. Tanto pensar, me estaba corrompiendo. Corro desesperado bajo un árbol que había alcanzado a ver en alguna parte, solo rogando de poder orientarme en esta catarata constante. Nunca lo encontré. Comencé a correr desesperado bajo la lluvia, bajo ese manto gris. Las gotas cada vez más fuertes me golpeaban. Empecé a gritar, alterado, como si eso fuera a salvarme. El viento me movía de un lado para otro, él me direccionaba. Mi esfuerzo no era suficiente como para poder escapar de este clima atroz. ¿Quién me había mandado a meterme ahí? Caí desplomado. Las gotas, sin piedad, terminaban el trabajo. Mis ojos, aun abiertos, lograban apreciar el paisaje. Alcanzaban a apreciar el brillo del pasto mojado, el gris del panorama que era pintado tenazmente por las gotas crueles, relámpagos alejados y fuertes. Poco a poco, el sueño me iba carcomiendo…
Las nubes formaban un espiral. La lluvia paró. Rayos caían por doquier. El ambiente se tornaba visible. Yo, seguía con los ojos cerrados, reposaba, poco a poco, iba abriéndolos. El lugar comenzó a tomar un olor putrefacto. El viento, con fuerza, hacia crujir las ramas de los arboles podridos de mi alrededor. Desperté de golpe, asustado, lo único que alcance a hacer fue rodar y sentarme rápido debajo de una estatua vieja. Los rayos comenzaron a darle a los arboles, que sin sentido, comenzaron a arder, a pesar de estar mojados. Pronto me vi rodeado de llamas ardientes. Me levante, y corrí. El camino parecía interminable. Sentía que daba vueltas. El fuego cada vez me iba encerrando más y más. Los arboles caían y me cortaban el camino. Aterrado, saltaba de lado a lado, esperando que algo sirviera de algo. El viento, cruel, avivaba las flamas cercanas. Cuando no veía salida, ni esperanza alguna, sentí una mano fría en mi hombro. El fuego se disipo, el viento paro, los rayos dejaron de caer, una llovizna ligera comenzó. Me di vuelta, para poder ver de quien era esa mano, pero no vi a nadie. Mire al cielo, dije una simple palabra y me arrodille en la piedra en la cual antes me había sentado. Deje una flor que traía en mi bolsillo. Volví a repetir esa palabra. Le deje un beso. Y me fui, con las manos en los bolsillos, deseando nunca volver, pero sabiendo que eso era inevitable… 

Notas de una noche fria

No es por ser melancólico, o por arrepentirme de mis actos, pero hay hechos de mi pasado que me dan vergüenza. Supongo que como a todos. Aclaro, no me arrepiento de nada de mi pasado, solo me avergüenzo de mi mismo y las decisiones que tome. Como por ejemplo, una vez, la chica que me gustaba, una chica con un pelo castaño claro, una sonrisa que hasta el día de hoy recuerdo con afecto, me pregunto si gustaba de ella… me avergüenzo de haber tomado la decisión de haberle dicho que no. Fue timidez en su momento, vergüenza, estupidez. Hasta el día de hoy me pregunto que hubiese pasado si hubiese dicho que si. Las decisiones a uno lo alteran, y, quiera o no, el haber respondido que “no” en esa situación, me hicieron ser quien soy ahora. Eso no descarta que admire a mis yo del pasado por cosas que ahora no puedo hacer. Admiro a mi yo de los quince años, un tipo seguro de si mismo, con sueños y ambiciones bien marcadas y encaminadas, que hablaba con millones de personas, era carismático y siempre asistía al evento que se lo invite, a tal punto de poder concurrir a dos circunstancias que ocurrían casi al unísono.
Llega un punto de la vida, en el que esta bueno mirar para atrás, y anotarlo, para reflexionar. Antes escribía seguido historias de todo tipo, me hacían sentir bien. Hoy en día, el escribir me cuesta mucho. Sufro mucho las páginas en blanco. Antes no sabía el significado de la palabra “soledad”, hoy le encuentro varios sentidos. Tantas cosas varían de un año a otro, o de día a día. La música que escuche, siempre se fue modificando. Hoy me gustaría encontrar a todos mis yo anteriores parados juntos en una habitación y preguntarles tantas cosas, responderme tantas otras. Mirarme a los ojos, y así saber para donde ir. En esta época me encuentro apoyado en un pequeño grupo de gente en el que confío a pleno, pero se que el día de mañana puede verse modificado. Esas cosas no tienen por que afectarnos ahora, ya van a ocurrir, y en su debido momento eso me va a modificar.
No escribo esto para ser una historia, o un cuento, solo para tener un pequeño rastro de mi escrito, y así, en algún momento leerlo. Se que si lo voy a tener guardado en mi computadora, nunca lo voy a leer. Que si lo dejo tirado, nunca va a aparecer. Se que lo tengo que dejar en un lugar donde se pueda ver. Para así, algún día leerlo y decir… “Pucha che… mira donde estaba…”
Hoy lo necesito. Y se que cualquier persona eso le puede hacer bien. El replantearse las cosas nunca esta de más…

Consciente Inconsciente

Alguna vez me habré quedado a solas con mi inconsciente. Ese ser que admiro, pero que “conscientemente” no quiero ser. A veces no es necesario estar solo para que aparezca, tan solo en alguna conversación espontánea. Esos “actos fallidos” son obra de él. Yo se que sabe mas de lo que creo saber, que aunque no parezca, el ya tiene todo planeado. Recuerdo momentos en los cuales me pregunte “¿Cómo llegue a esta circunstancia?” o “¿Qué movimiento inteligente habré hecho para llegar acá?” y me acuerdo de él, ese ser que vive dentro mío y que a veces se escapa y hace de las suyas. Ve mas de lo que yo veo, sabe mas de lo que yo se, incluso, tiene mejor oído que yo. Y sin embargo, soy yo quien decide, o cree decidir, la mayoría de los actos. Eso también lo enoja, creo yo, por eso los “actos fallidos”. ¿A quien le gustaría estar encerrado toda su vida?, supongo que lo asume muy bien, pero aun así, tiene su temperamento. Hay cosas que se le deben ceder. Me pregunto seguido, usualmente por las noches, hasta que punto llega cada uno. Cuantas cosas decido yo por mi cuenta, y en cuantas él tiene ese poder. Se que a veces el se mete en mis decisiones, pero me pregunto si yo me meto en las de él. Así y todo, si pasa un largo tiempo y entre decisión y decisión, no siento su participación, me asusto, siento que tal vez se fue, que me abandono... y eso no me gustaría, por que mas allá de que a veces toma las riendas de las cosas que no tiene que tomar o que toma venganza de cosas en las cuales no lo deje participar, es quien me ayuda cuando mas lo necesito, quien sabe lo que se tiene que hacer cuando nadie mas sabe, quien siempre tiene la mente fría y calculadora que se necesitan. Yo quiero ser como él, pero se que “conscientemente”, no quiero serlo…

Auxilio

Escucho un golpe contra la ventana, uno fuerte. El viento sopla con mucha desesperación, así que supongo que puede ser alguna rama desprendida. Llueve de forma torrencial, una tormenta eléctrica. Otro golpe azota al vidrio de la habitación. Tengo miedo. Salgo a ver por la puerta que puede ser, un escalofrió recorre mi cuerpo. Cierro bruscamente, y corro hasta el living, prendo el televisor y la luz, subo el volumen del noticiero. De repente siento presencias por mí alrededor. Me parece ver una sombra en el margen de la puerta. Un grito pequeño sale de mi boca. Otra sombra, o la misma tal vez… o más, pasan a gran velocidad por la ventana. La luz se apaga. El televisor comienza a cambiar bruscamente de canales, una y otra vez. Dudo entre acurrucarme y esperar despertar y salir corriendo de la casa. Opto por la segunda opción.
Salgo a gran velocidad a la calle. Todo estaba destruido.
Corro, tratando de huir, sin rumbo prefijado. Me siento un animal. Una gran carga de adrenalina recorre todo mi ser. De pronto, sin darme cuenta, estaba corriendo en cuatro patas. Comienza a salirme un pelaje reluciente, dorado. Con rapidez empiezo a alejarme de todo lo que conozco. Las luces de la calle van explotando a mi paso, una a una. Siento que mi perseguidor puede alcanzarme. Intento modificar mi estrategia, trato de confundirle, metiéndome entre callejones y pasajes.
Los edificios delante de mí se desploman lentamente. Mi corazón late a máxima velocidad. Mi tamaño crece. Sin darme cuenta, me encuentro saltando en el aire de edificio a edificio. Logro sentirme mucho más bestial, brutal.
Oscuridad total. No veo para donde estoy viendo, no logro ver ni mis propias manos. Decido correr, tal vez es pasajero. Mi terror me motiva a seguir. Mi instinto no me deja detenerme. Escucho un aullido, escucho otro. Siento que me persigue una jauría. Una ola en la oscuridad me aplasta.
Abro los ojos. Estoy en un hospital, ahora normal. Mis manos volvieron a ser las de antes, ya no tengo pelaje. Me tranquilizo, me di cuenta que solo fue una pesadilla. Trato de dormir.
Escucho un golpe contra la ventana. Uno fuerte…

La última lágrima.

Me miro fijo a la cara, sonrió y se alejo lentamente.
-¿A dónde vas? –Le dije.
No me respondía, seguía teniendo los ojos puestos en mis ojos. Esos ojos marrones claros, con un vacio desprevenido en sus pupilas. La notaba firme en su decisión. Sabía lo que hacía.
-No te vayas…
No parecía escucharme. Siempre le gusto ese juego, hacerse desear, siempre le gusto ser el punto de mi máxima atención. Hoy, yo no quería jugar.
-¡Basta!
Mi voz se quebró. Una lágrima quería escaparse.
Volvió un paso hacia mí, como dudando de lo que hacía. Cerró los ojos y volvió a su rumbo anterior.
-¿Cómo podes hacerme esto? ¿Enserio no sentís culpa?
Vi una lágrima recorrer su cara. Me sentía peor yo que ella, no sabía como hacérselo entender, pero tampoco quería hacerla sufrir para que se quede conmigo. No quería estar en esa situación.
-Te necesito… siempre te necesite.
Volvió rápido, me abrazo y se esfumo.
Desperté. Estaba apoyado en sus piernas, me había dormido sin querer.
-¿Cómo estás? –Le acaricie la cara.
Seguía sin responderme, como ya hace tiempo. Agarre la esponja y le limpie la cara, hacía mucho calor.
-Ya nos vamos a ir. –No pude aguantar el llanto.
De golpe, empezaron a sonar los equipos, como con urgencia. Me pare lentamente y me aleje hacia la puerta. Un grupo de enfermeras y médicos entraron rápido a ayudarla. Una vez que escuche el pitido final, colapse y me desmaye. Mi cara contra el piso, lo último que vio fue su cuerpo.
-Nos vemos…