jueves, 25 de septiembre de 2014

La muerte mas Bella

No podía respirar, se me cerraba el pecho, y la espalda se retorcía de dolor. Mi vista se nublo, y me sentía como un árbol al ser talado, cayendo de lleno y sin poder evitarlo. 
Un segundo… cerré los ojos un segundo, pero pareció una eternidad. Empecé a ver un montón de cosas… momentos interesantes, historias olvidadas, instantes clave en mi vida. Además, no solo vi, sino que sentía como si estaba presente en la creación de terremotos, tormentas, huracanes, explosiones volcánicas, y millones de desastres naturales imaginables. Todo se mesclaba, los minutos de mi existencia con la ira de la naturaleza, todo al mismo tiempo en mi cabeza, la lava con los momentos de soledad, los relámpagos con los rostros de mis amigos, los tornados con la familia que tanto me cuidó…De repente, cuando todo se había intensificado en mi cabeza, se calmo, tan bruscamente que me parecía escuchar el eco de lo que estaba escuchando antes… el silencio duro una milésima de segundo, porque acto seguido, un tren, vi un tren a gran velocidad en mi visión…
Desperté, todavía veía borroso, pero reconocía el lugar donde estaba, era una ambulancia. Un hombre y una mujer, uno de cada lado de mi cuerpo, me estaban teniendo para que no me caiga. Me sentaron en la camilla, y me empezaron a hablar. La mujer saco una linternita y comenzó a segarme rápidamente. El hombre, se fue apresuradamente a buscar agua. Aparecieron más personas a mi alrededor, no reconocía sus figuras, pero los registraba por las voces, eran tres hombre y dos mujeres más. 
Me agarro sueño, un cansancio incontrolable. Me dormí de golpe, esta vez mi sueño no tenia cosas que me habían pasado, sino todo lo contrario, parecían ser premoniciones o sueños para mi futuro, cosas que podrían llegar a sucederme, eso sí, aparecieron otra vez los desastres naturales… pero ahora con rostros de gente que no conocía, pero supuse que eran personas que pronto conocería… al momento más estridente, todo volvió a calmarse y el tren que antes había presenciado, pronto volvió a ser protagonista en el mismo instante.
Otra vez me encontraba con la visión borrosa, tenia baba colgando de mis labios, y olor a vomito en mi ropa. Me sentía mareado. Un hombre, supuse por las manos ásperas, al notar que abrí los ojos, se me acerco, y repitió el mismo paso de la mujer que me atendió luego del primer ataque, me segó con la linternita. Se acerco una mujer… otra vez deduje, pero esta vez por su dulce voz. Me hablo, y preguntó que veía, si me sentía mareado. Me intentó hablar, con el hombre que me había segado el instante previo: “tuvo un ataque de epilepsia, vomitó y se durmió…”. Me empezó a doler la cabeza, comencé a quejarme, y me agarre la nuca. Se miraron y me trataron de tranquilizar, me dijeron que pronto llegábamos al hospital. Me recosté e intente dormirme “otra vez”.
Vi una sombre, borrosa, reconocí por sus curvas que era una mujer. Estaba parada en medio de un parque, atrás de ella veía una luz, supuse que era el brillo del sol. La mujer se dio vuelta y se fue acercando a mí. Empecé a temblar, no sé por qué. Cuando la tuve lo bastante cerca como para verle el rostro… Sonó la bocina de un tren, y pronto comenzó a rugir su motor al arrancar.
Estaba en una cama, ya sin mi ropa (si no con esa mierda de tela que te dan en el hospital) y, aparentemente, bañado. Me levante apresurado y espantado, como si con tan velocidad hubiese salido del sueño. Todavía asustado por el sueño, decidí agarrarme el pecho y tratar de respirar hondo. Me tome el pulso, y esta acelerado… pero nada fuera de lo normal. Me recosté y trate de relajarme. Empecé a temblar, perdí el control de mi cuerpo, sentía la baba correr por mi boca a gran velocidad, apreciaba el dolor de las convulsiones en su máximo esplendor… y escuchaba a mujeres con sus tacos de enfermeras, corriendo para tratar de ayudarme.
Veía un tren y un cielo nocturno que anunciaba desgracia. Me encontraba esperando en el andén con mis valijas, no se a quien ni a qué. Mire para adentro de el vagón mas cercano y vi a muchos ancianos. Me moví rápidamente para fijarme que había en el vagón de al lado, eran niños, algunos pelados, otros con muchas heridas, cicatrices. Corrí a mas velocidad a ver que había en el vagón de al lado y… eran mascotas, muchas de ellas. Corría como una gacela para ver que había en cada vagón, hasta que llegue al último. Un vagón vacio era el último. Tenía una chapa de oro puro clavada debajo de la ventana que decía: “Este vagón es para todo ser que merezca ser infeliz”. Una bocina de tren empezó a sonar.
Desperté tan pronto como el tren calló y al mismo momento que sentí la electricidad en mi pecho al reanimarme. Un señor con guardapolvo blanco empezó a gritar, una señora detrás de él con el mismo guardapolvo, comenzó a trasladar mi cama a otro lado, una joven con guardapolvo rosa la ayudaba. Me llevaban por un pasillo iluminado, tal vez en exceso, hasta otra habitación que parecía ser para pacientes que estaban más graves. Solo podía ver, y con el ojo entre abierto. Intente hablar… pero nada, parecía que tenía una cinta que no me dejaba ni abrir la boca. Cerré los ojos y…
Estaba sentado en una silla, muy cómoda, adelante mío tenía una mesa, y del otro lado otra silla. Me exalte, mire a mi alrededor y vi unas maletas que parecían las que tenía antes en el andén. Me levante y trate de abrir la ventana, pero fracase. Me rendí con facilidad, como si supiera que todo lo que haga no valdría la pena. Me senté y espere… pronto sentí que una puerta atrás mío, se abría. Escuche un portazo. No me atreví a mirar. Se me nublo la vista. Una sombra se sentó en la silla enfrente de mí y apoyo algo sobre la mesa. Sonó otra vez la bocina del tren, y empezó a moverse el pesado vehículo.
Las placas eléctricas impactaban una y otra vez contra mi pecho. Me senté bruscamente, y los enfermeros se alejaron de mí rápidamente. Tenía la vista en perfectas condiciones. Se me acerco una médica y me empezó a hablar. No podía oírla, no le podía responder, no podía hablar. No reaccionaba, no me podía mover como para decirles que no podía hablar o que no podía escuchar… Mi cabeza empezó a girar levemente para ver toda la habitación… A la primera persona que vi, fue a la médica, intentando hablarme. Atrás de ella, se encontraban tres enfermeros con guardapolvos celestes. Había un gran espejo en lugar de una pared, atrás de él habían tres personas, una familia, que miraban impacientes por el vidrio. Mi visión siguió buscando no se qué cosa. Y miro en la esquina, una preciosa dama, de hermosos cabellos castaños ondulados y largos, con una nariz respingada, unos labios carnosos, ojos color café, cachetes aparentemente suaves, cubierta por un vestido negro estero que le cubría hasta la altura de los tobillos, ese vestido parecía de fiesta. Se estaba limando las uñas, mientras veía la hora en su reloj. La mire y sonreí. Me apoye son suavidad en mi almohada y cerré mis ojos. 
Miraba por la ventana el paisaje a oscuras, apenas iluminado por la luna más nueva que pudiera haber imaginado algún día. Pronto mi mirada se desvió a la mujer que se encontraba enfrente de mí esperando, aparentemente, mi atención. Era la misma del vestido que había visto en el hospital, tan bella y radiante como antes, o tal vez más. Cuando la mire a los ojos, parecía que irradiaban un resplandor que solo la luna le puede dar a un ángel… Se me acerco, tomo mi cara entre sus manos y me robo un beso. Se sentó otra vez en su silla, se relamió el labio, me miro de reojo y empezó a barajear un mazo de cartas en sus manos. Atónito la miraba, e intercambiaba la vista entre ella y el paisaje nocturno… cada vez más tenebroso. Al mirar a ese ángel sentado delante de mí, por mi cabeza pasaban cosas que cualquier otra persona ya de seguro tenia bien en cuenta… La bocina del tren arranco a sonar.
Abrí despacio los ojos. Tenía un cuello de plástico con un tubo que salía de mi garganta. Me relaje automáticamente, no porque yo quisiera, si no porque había algo que me obligaba a hacerlo. Mire al techo de “mi” habitación de hospital. ¿Qué mierda me pasaba? Sentí que mi pecho comenzaba a temblar, mis piernas y brazos lo acompañaban. Mis ojos dejaron de ver. Pero el dolor nunca llego, no sentía nada, solo escuchaba… escuchaba los gritos de mi médico y mi medica alterados.
-¿Listo? ¿Ya podes escucharme?
Sentía una voz dulce, tierna y suave que me hacía sentir especial… sabia que esas palabras iban dirigidas a mí. Pronto reaccione y mire. Vi la mesa con un tablero de ajedrez posado arriba y pensé…
-¿hola?, ¿me escuchas?, yo se que si… ¿me podes mirar?
-¿eh?, si, si…- la mire a los ojos y después al tablero arriba de la mesa- ¿querrías jugar?
-Me encantaría, -estaba como alegre por mi pregunta- yo soy las blancas… ¿O queres serlas vos?
-No, no, está bien… yo soy las negras… siempre me gustaron mas.
-Ja ja ja, eso tiene doble sentido… que lastima que yo no soy negra -decía esto mientras posaba su cabeza en sus manos juntas con sus codos apoyados en la mesa y el tablero… y su cara medio torcida hacia un lado, dando una apariencia de lastima- hum (suspiro).
Empezamos a jugar, los dos estábamos muy concentrados… aun así, seguimos hablando.
-Sabes quién soy, supongo, o al menos tenes una idea, ¿o me equivoco?
-No, si se, creo que después de un rato de hablar con vos, no me hubiera imaginado que seas vos, ósea… bue… es una larga historia… no te imaginaba así, te veía mucho más hostil.
-Todos lo hacen. Nadie me ve como un… en mi caso, una humana… todos creen que soy hombre y peor aún, el esqueleto de uno… pero ya viste que no… que soy hermosa.
-Sí, lo sos. Sos muy bonita.
-¿Nada mas?, ¿muy bonita?... que cortos se quedan los hombres últimamente… no saben el valor de lo que tienen adelante, son patéticos… ¡soy la mujer más bella de la tierra de los muertos!
-Eso no lo dudo… pero para mí… mi esposa es la mujer más hermosa del mundo… y quisiera haberme despedido de ella al menos… un beso a ella y a mis hijos, mínimamente.
Ella bajo la cabeza y movió otra ficha… aparentaba estar avergonzada, de seguro por el beso. Parecía no saber nada de la persona a la que le tocaba llevarse al inframundo. Como si fuera “solo un trabajo”. 
“Jaque”, pronuncio casi con desconsuelo, con un dolor, que parecía, lo vivía a flor de piel. Mis jugadas poco y nada podían hacer ante una táctica tan bien tramada. Poco a poco empecé a ver el tablero más detalladamente… y luego de un rato dije: “Jaque”, tapando su jugada con un caballo que miraba fijo a su rey.
La partida siguió y el viaje en tren también… parecía de nunca acabar, ni uno ni otro. En el momento menos pensado, cuando iba a mover un peón para hacer el clásico “jaque mate”, empecé a oler a acaroína… un clásico “olor de hospital”… me comenzaron a sudar las manos, mis piernas y brazos bailaban en lugar de temblar, mi cabeza daba vueltas.
-No digas nada de mi existir, ni de nada de lo que viste acá… o me vas a obligar a volver a por ti… y sé que no te agrada mucho la idea… 
Se me acerco y me dio un beso en la mejilla, me acaricio el pelo y se despidió… en el mismo momento en que ponía al peón en su lugar, la bocina del tren comenzó a sonar de forma estridente… Ella me beso, otra vez, con sus labios carnosos y me dijo: “Hasta siempre querido, nos vemos en la otra vida”. Su aliento era cálido como un rayo de sol en un joven día de invierno.
Abrí los ojos, y vi la luz del quirófano… sentí la electricidad de las placas sobre mi pecho y también la sintió la pequeña figura de madera que se encontraba en mi puño cerrado… ese pequeño peón negro parecía ahora no solo tener vida… sino también, valía la mía.

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