“La
curiosidad mato al gato” dice el dicho, y continua “Pero al menos murió
sabiendo”. Si logro saciar su curiosidad o no, es una duda que me mata. Nadie te
puede asegurar eso de verdad excepto el gato, pero ya está muerto como para
confirmarlo. Desde aquel día, me volví una persona curiosa por estos enigmas.
Necesito siempre poder resolver las dudas que me aquejan, y si no lo logro, no
voy a parar de intentarlo.
Me
hice adicto a la música clásica, ahora puedo encontrar en ella un sentimiento
que antes no podía ver. Estuve escuchando “El trino del Diablo”. ¿Sera posible
un pacto con el diablo? Por ahora encuentro mi respuesta en la melodía, pero es
algo que voy a resolver.
Hoy
soy un fugitivo. Mis actos de “vandalismo” llevaron a ser considerado una
persona conflictiva. Fui acusado de diversos crímenes, que creen cometí por
voluntad propia. “No señores, los impulsos no se controlan”. Esa fue la respuesta
que dejo asombrados a varios de los testigos de mis actos. Sus miradas de temor
al verme, considerándome asesino, psicópata. Que erróneas ideas tienen de mí,
si me conocieran tan solo un poco, pero qué difícil es, ni yo me conozco lo
suficiente. El decir que sentí placer de empujar a ese señor a las vías es
poco, sabía todo lo que había hecho, lo seguí por semanas, y sé que se lo merecía.
También recuerdo al marido golpeador que asfixie con una almohada en el
hospital. A la mujer que engañaba y maltrataba a su marido, esa la disfrute de
forma particular. El viejo que pisaba perros por placer con el auto, que lindo
fue verlo arder en ese sarcófago de metal. Recuerdos que siempre voy a
almacenar en mi memoria. Ahora que estoy en un tren de carga, en dirección a la
nada misma, son mi mayor tesoro.
-Se
que sos una imagen de mi subconsciente, ¿Qué es lo que queres? –dije.
-Quiero
que recapacites en todo lo que estás haciendo. –Su voz era suave y tranquilizante.
-Es
curioso que seas vos la imagen de mi subconsciente. –Le dije, agachando la
cabeza.
-Por
algo me habrás elegido. Habré marcado algo importante en tu vida.
-Me
marcaste por completo. –Mi tristeza se hacía cada vez más notoria.
-Lo
sé, soy vos… No dejes que un error mío haga que te arruines la vida.
-Morir
no es un error.
-No
fue accidental.
-Tampoco
fue apropósito.
-Eso
no lo sabes. Nunca lo vas a saber.
Mi
mente me jugaba una mala pasada, la desesperación me carcomía por dentro. No podía
caer en un sentimiento tan antiguo de esa forma.
-Ya
te olvide. Te supere. Me hice una nueva vida. Él me ayudo. –No podía dejar de
nombrarlo.
-Él
soy yo, solo que en una forma desesperada para resolver los problemas.
-¡Y
resulto!, así que no te metas. –No podía evitar gritarle, algo que me dolía mucho
hacer.
Sentí
su mano de mujer tocar mi rostro una pequeña milésima de segundo, y luego
desaparecer. Mi cabeza siguió la caricia, como si de verdad hubiese existido, y
luego me partí en llanto.
En
ese momento sabía lo que tenía que hacer. Sabía cuál era el verdadero motivo de
mi curiosidad.