martes, 28 de octubre de 2014

Maniático...

“La curiosidad mato al gato” dice el dicho, y continua “Pero al menos murió sabiendo”. Si logro saciar su curiosidad o no, es una duda que me mata. Nadie te puede asegurar eso de verdad excepto el gato, pero ya está muerto como para confirmarlo. Desde aquel día, me volví una persona curiosa por estos enigmas. Necesito siempre poder resolver las dudas que me aquejan, y si no lo logro, no voy a parar de intentarlo.  
Me hice adicto a la música clásica, ahora puedo encontrar en ella un sentimiento que antes no podía ver. Estuve escuchando “El trino del Diablo”. ¿Sera posible un pacto con el diablo? Por ahora encuentro mi respuesta en la melodía, pero es algo que voy a resolver.

Hoy soy un fugitivo. Mis actos de “vandalismo” llevaron a ser considerado una persona conflictiva. Fui acusado de diversos crímenes, que creen cometí por voluntad propia. “No señores, los impulsos no se controlan”. Esa fue la respuesta que dejo asombrados a varios de los testigos de mis actos. Sus miradas de temor al verme, considerándome asesino, psicópata. Que erróneas ideas tienen de mí, si me conocieran tan solo un poco, pero qué difícil es, ni yo me conozco lo suficiente. El decir que sentí placer de empujar a ese señor a las vías es poco, sabía todo lo que había hecho, lo seguí por semanas, y sé que se lo merecía. También recuerdo al marido golpeador que asfixie con una almohada en el hospital. A la mujer que engañaba y maltrataba a su marido, esa la disfrute de forma particular. El viejo que pisaba perros por placer con el auto, que lindo fue verlo arder en ese sarcófago de metal. Recuerdos que siempre voy a almacenar en mi memoria. Ahora que estoy en un tren de carga, en dirección a la nada misma, son mi mayor tesoro.
-Se que sos una imagen de mi subconsciente, ¿Qué es lo que queres? –dije.
-Quiero que recapacites en todo lo que estás haciendo. –Su voz era suave y tranquilizante.
-Es curioso que seas vos la imagen de mi subconsciente. –Le dije, agachando la cabeza.
-Por algo me habrás elegido. Habré marcado algo importante en tu vida.
-Me marcaste por completo. –Mi tristeza se hacía cada vez más notoria.
-Lo sé, soy vos… No dejes que un error mío haga que te arruines la vida.
-Morir no es un error.
-No fue accidental.
-Tampoco fue apropósito.
-Eso no lo sabes. Nunca lo vas a saber.
Mi mente me jugaba una mala pasada, la desesperación me carcomía por dentro. No podía caer en un sentimiento tan antiguo de esa forma.
-Ya te olvide. Te supere. Me hice una nueva vida. Él me ayudo. –No podía dejar de nombrarlo.
-Él soy yo, solo que en una forma desesperada para resolver los problemas.
-¡Y resulto!, así que no te metas. –No podía evitar gritarle, algo que me dolía mucho hacer.
Sentí su mano de mujer tocar mi rostro una pequeña milésima de segundo, y luego desaparecer. Mi cabeza siguió la caricia, como si de verdad hubiese existido, y luego me partí en llanto.

En ese momento sabía lo que tenía que hacer. Sabía cuál era el verdadero motivo de mi curiosidad.

martes, 14 de octubre de 2014

Maniático...

Siempre me costó expresarme, una persona que nunca dijo nada de lo que se le pasabas por la cabeza, así me consideraba. Pero después de que lograra comunicarme conmigo, que él me lograra sacar de mi prisión, soy otra persona. Ahora tengo ganas de hacer lo que siempre me reprimí hacer. ¿Me nombrarían tres cosas que nunca pudieron hacer y, después de lo que pase, creen podrían hacer? Yo puedo. La primera es simple, siempre que viaje en subterráneo, en la cruel espera, pensaba que sería interesante tirar un cuerpo a las vías. Sabía que iba a pasar, pero quería verlo con mis propios ojos. Aclaro, nunca dije que fuese a tirar a otra persona, tal vez podría ser yo, eso no lo sé. Segundo y más inocente, cuando veía una serie o una película me interesaba saber si la gente se podría sumar a un musical que se arme en la calle, claro, con un tema conocido. Sería interesante ver quienes integrarían el elenco. Tercera y última. En un momento de furia, romper algo cercano. Un puño limpio. Una descarga típica de ensueño, ¿no? Así como digo estas tres, de seguro hay muchas más.

Me desperté después de una noche de exhaustivo trabajo. Soy administrador de una empresa. Tuvimos que convencer a unos incautos de que su empresa no tenia futuro, que necesitaban de nosotros para poder avanzar en el mercado, obviamente, los logramos convencer. Pero hoy no me desperté alegre como todas las mañanas, y eso que eso ya lo habíamos hecho muchas veces, e incluso peores cosas aun. Me dolía la cabeza, como si fuese a explotar. Fui al trabajo igual, no creía que algo me iba a pasar.
-Hola señor. –La secretaria, con una cara de desprecio que se veía a metros, me saludo.
-Hola. –Fui rápidamente a mi oficina, raramente, me sentía observado.
-Señor, hoy van a limpiar sus vidrios, un señor nuevo que vino esta mañana a informar que le tocaba a todo el piso este día. –Rápidamente se paro y me siguió para darme esta noticia innecesaria.
-Eso no tiene ninguna relevancia, ¿Qué paso con el negocio de ayer? –La apure, algo mas tenía que decirme.
-No sé nada señor. –se dio vuelta, enojada, y ahí me acorde por que la contrate.
Una vez en mi oficina, logre informarme de los cambios de la otra empresa, habían aceptado y nuestros números estaban en alza, ahora con menos competencia, así que las cosas marchaban bien. Miro por la ventana, necesitaba inspiración, necesitaba despejarme. En ese momento para un señor colgado, limpiando los vidrios.
-¡Eh! ¿Qué haces? ¿Qué haces comiendo a esta hora? ¿¡Para esto te pagamos?! ¡Seguí trabajando! Vago. –No podía soportar que coma enfrente de mi ventana, me entraba ese olor asqueroso a estofado.
Me miro de reojo, y siguió comiendo.
-¡¿Sos sordo infeliz?!

Se paro, se dio media vuelta y me miro, tenía una mirada fija, penetrante, y aun así, no lograba distinguir su rostro. Dejo el plato a un costado y le dio un puñetazo al vidrio. Lo quebró todo. Me quede petrificado. Avanzo por los pedazos de vidrio roto, y me levanto de la camisa, me olio y me dijo “Ándate a la puta que te pario”. Dio media vuelta y se bajo en el aparato por donde subió. Salí desesperado a buscar a seguridad, les informe de este señor y de lo que sucedió, me dijeron que todavía no había llegado. Les pregunte si no escucharon el ruido del vidrio, me lo negaron con la cabeza. Salí, no quería estar ahí, quería volver a la seguridad de mi casa. Salgo a buscar mi auto, uno negro reluciente. Me subo y logro andar un par de cuadras, pero después dejo de responder, se quedo sin combustible. Sin otro remedio ya, decido viajar en el transporte público. El subterráneo. Al pasar todas las barreras de pagos y etcétera, llego al andén. Solo había una persona, parecía dormida, no le preste atención. Escucho venir el tren y una mano me empuja hacia las vías, mientras caigo veo para atrás, era la misma mirada, la misma persona, con una venda en la mano con la que rompió el vidrio. Sus ojos eran odio puro…