jueves, 25 de septiembre de 2014

La paciencia del pensador

Marcos era el último de esa fila interminable, por suerte para él. Rogaba para que la fila avanzara despacio, o hasta para que no avanzara, pero aun así lo haría, y el no podía hacer nada.
Esperaba y esperaba, ya que no le quedaba otra salida que la aceptación, aun así en momentos perdía la calma y tenía que recurrir a la paciencia. Marcos se sentía orgulloso de haber llegado hasta ahí, fue un camino largo, pero él lo supo aprovechar.
Ya estaba a mitad de camino, y se preguntaba qué era lo que habría del otro lado, que haría una vez adentro. 
Extrañaba todo lo que había dejado atrás, su casa, sus hermanos, sus hermanas, su padre y su madre, sus mascotas, en otras palabras, todo lo que poseía, todo lo que adoraba. Tanto viaje, tanto tiempo sin verlos a todos, los hizo extrañarlos, hasta olvidarlos, aunque, muy dentro de él, sabía que pronto los vería de vuelta. 
Tuvo la desgracia de haber caído el día que menos se lo esperaba, tenía muchos planes que ahora se veían cambiados por… por… ¡por esto! Aun así, no perdía las esperanzas de que al otro lado, allá alguien a quien conociera, con el que pudiera platicar la eternidad que duraría, ojala fuera así. Desde antes de salir a ese camino que lo conduciría a este destino, Marcos, había cumplido todos los horarios que se le habían presentado a la perfección, no le falto realizar ninguna obligación, se sentía casi satisfecho.
Había sido tan generosa con él, que no podía traicionarla a último momento, ya a tan poco tiempo de llegar al final, a esa luz, que ahora estaba a pasos, a metros, a segundos de él. Ya lo había visto al principio, por lo cual, ya era imposible volver atrás, ahora solo le quedaba caminar, despacio, hacia el otro lado, no podía reprimir el orgullo de haber llegado hasta ahí, pero tampoco el de no querer estar, en ese momento, precisamente, ahí.
Su cabeza le daba vueltas, ya no sabía que pensar, a cada paso que daba, avanzaba con más lentitud, para poder repasar todo. Algunos de los que se encontraban atrás de él, comenzaron a rebasarlo, lo cual le dio cierto alivio, aun así, sabía que no duraría para siempre, y, tarde o temprano, tendría que enfrentar su miedo.
Después de todo lo ocurrido, solo le quedaba enfrentarla, porque ella, ella le había dado todo, todo su amor, todo su aprecio, y él no podía decepcionarla en el final, no ese día, que era tan importante para ella, aparte, ya había pasado lo peor, las horas de viaje, dejar todo atrás para llegar a ese lugar, pero él no quería compartir con ella su gran día, le traía tantos recuerdos, no quería compartir su cumpleaños, no el de su ex, con la que habían pasado tantos buenos recuerdos, y para colmo, ahí iba a estar mi actual suegro, si me veía ahí, soy hombre muerto. Ya que yo… soy Marcos.

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