martes, 14 de octubre de 2014

Maniático...

Siempre me costó expresarme, una persona que nunca dijo nada de lo que se le pasabas por la cabeza, así me consideraba. Pero después de que lograra comunicarme conmigo, que él me lograra sacar de mi prisión, soy otra persona. Ahora tengo ganas de hacer lo que siempre me reprimí hacer. ¿Me nombrarían tres cosas que nunca pudieron hacer y, después de lo que pase, creen podrían hacer? Yo puedo. La primera es simple, siempre que viaje en subterráneo, en la cruel espera, pensaba que sería interesante tirar un cuerpo a las vías. Sabía que iba a pasar, pero quería verlo con mis propios ojos. Aclaro, nunca dije que fuese a tirar a otra persona, tal vez podría ser yo, eso no lo sé. Segundo y más inocente, cuando veía una serie o una película me interesaba saber si la gente se podría sumar a un musical que se arme en la calle, claro, con un tema conocido. Sería interesante ver quienes integrarían el elenco. Tercera y última. En un momento de furia, romper algo cercano. Un puño limpio. Una descarga típica de ensueño, ¿no? Así como digo estas tres, de seguro hay muchas más.

Me desperté después de una noche de exhaustivo trabajo. Soy administrador de una empresa. Tuvimos que convencer a unos incautos de que su empresa no tenia futuro, que necesitaban de nosotros para poder avanzar en el mercado, obviamente, los logramos convencer. Pero hoy no me desperté alegre como todas las mañanas, y eso que eso ya lo habíamos hecho muchas veces, e incluso peores cosas aun. Me dolía la cabeza, como si fuese a explotar. Fui al trabajo igual, no creía que algo me iba a pasar.
-Hola señor. –La secretaria, con una cara de desprecio que se veía a metros, me saludo.
-Hola. –Fui rápidamente a mi oficina, raramente, me sentía observado.
-Señor, hoy van a limpiar sus vidrios, un señor nuevo que vino esta mañana a informar que le tocaba a todo el piso este día. –Rápidamente se paro y me siguió para darme esta noticia innecesaria.
-Eso no tiene ninguna relevancia, ¿Qué paso con el negocio de ayer? –La apure, algo mas tenía que decirme.
-No sé nada señor. –se dio vuelta, enojada, y ahí me acorde por que la contrate.
Una vez en mi oficina, logre informarme de los cambios de la otra empresa, habían aceptado y nuestros números estaban en alza, ahora con menos competencia, así que las cosas marchaban bien. Miro por la ventana, necesitaba inspiración, necesitaba despejarme. En ese momento para un señor colgado, limpiando los vidrios.
-¡Eh! ¿Qué haces? ¿Qué haces comiendo a esta hora? ¿¡Para esto te pagamos?! ¡Seguí trabajando! Vago. –No podía soportar que coma enfrente de mi ventana, me entraba ese olor asqueroso a estofado.
Me miro de reojo, y siguió comiendo.
-¡¿Sos sordo infeliz?!

Se paro, se dio media vuelta y me miro, tenía una mirada fija, penetrante, y aun así, no lograba distinguir su rostro. Dejo el plato a un costado y le dio un puñetazo al vidrio. Lo quebró todo. Me quede petrificado. Avanzo por los pedazos de vidrio roto, y me levanto de la camisa, me olio y me dijo “Ándate a la puta que te pario”. Dio media vuelta y se bajo en el aparato por donde subió. Salí desesperado a buscar a seguridad, les informe de este señor y de lo que sucedió, me dijeron que todavía no había llegado. Les pregunte si no escucharon el ruido del vidrio, me lo negaron con la cabeza. Salí, no quería estar ahí, quería volver a la seguridad de mi casa. Salgo a buscar mi auto, uno negro reluciente. Me subo y logro andar un par de cuadras, pero después dejo de responder, se quedo sin combustible. Sin otro remedio ya, decido viajar en el transporte público. El subterráneo. Al pasar todas las barreras de pagos y etcétera, llego al andén. Solo había una persona, parecía dormida, no le preste atención. Escucho venir el tren y una mano me empuja hacia las vías, mientras caigo veo para atrás, era la misma mirada, la misma persona, con una venda en la mano con la que rompió el vidrio. Sus ojos eran odio puro…

No hay comentarios:

Publicar un comentario