martes, 24 de abril de 2018

Carcomida social


-Matame. –Le dijo a su cautor.
-¿Para qué? No me servís muerta.
-Pero si me sirve a mí estarlo. –Casi suplicando.
-Ni que estuvieras sufriendo. Bastante bien te tengo acá. –Cerrando la puerta lentamente y yéndose.
-No me importa como estoy acá, ni las cosas que me pasen. Quiero que la gente se lamente de la persona que murió.
Él se sorprendió de la respuesta. Si bien ella era la que estaba tirada en el piso, sintió que por un momento él ocupaba ese lugar. Cerró la puerta y se quedó mirándola.
-Veo que cambiaste de opinión en cuanto a irte.
-Me das lastima.
-¿Por querer morir? –Se puso en posición fetal.
-Por no valorar a la gente que te rodea. –Se prendió un pucho.
-¿Y a qué se debe que seas un experto en mi entorno? –Soltando un par de lágrimas.
-Te tuve que seguir un par de días. Ver con quienes te codeabas, tu entorno. Para ser una chica de plata, no estás para nada mal acompañada. Conozco muy bien a las de tu clase.
-Superficiales y creídas. Rodeada de falsedad toda una vida. No esperes mucho de alguien que nazca en ese entorno. Eso lo aprendí con la gente con la que se rodeaba mi familia. Ninguno de sus hijos resultó humano.
-¿Y qué te hace tan distinta? –Invitándole el cigarrillo.
-Mi padre. –Lo agarró y le dio un par de pitadas. Ahora estaba sentada.
-Lo siento.
-¿Por? –Mirándolo con una mirada tierna.
-Por haberte secuestrado. Ahora él debe estar sufriendo mucho.
-Si tanto lo sentís tendrías que hacer algo al respecto. –Ella se acercó reptando a él. Sugerente.
-¿Qué estás haciendo?
-Te tiento. –Hablándole al oído a su captor.
-¿Estás loca? –Alejándola.
-No. Quiero que me mates o me liberes. Pero quiero que hagas algo. Mirar es para los cobardes.
-No voy a hacer ninguna de las dos cosas. –Yendo para el lado de la puerta.
Ella se abalanzó sobre él, tapando la puerta con su cuerpo. Él la intenta sacar, pero ella se aferró a su idea. Con brutalidad la agarró del brazo y la tiró contra una mesa cercana. Se escuchó un crujido. Quedó congelado en el lugar. Un silencio invadió la habitación.
La lámpara tenue en el techo se tambaleaba suavemente. En el piso un cuerpo inerte reposaba, en la puerta un cuerpo queriendo estarlo. Un pequeño suspiro se escuchó.