Mírame a los ojos
y decime lo que sentís. Tal vez sientas incertidumbre, tal vez veas algo en mí.
Tal vez no lo podes describir. Te observo fijamente, directo a tu mirada
perdida. Agarro el cigarrillo que esta reposando en el cenicero, lo llevo
lentamente a mis labios. Aspiro con fuerza y me miras con rareza, queriendo
decir algo, pero es obvio que no te animas. Te tiro el humo a la cara y tan
solo pestañeas con rapidez. ¿Pensás que no sé lo que viniste a hacer? Te
conozco a la perfección. Durante un largo rato tan solo nos miramos, diciéndonos
todo lo que queremos escuchar tan solo con los ojos. Te acomodas cada tanto,
buscando una posición más intimidante tal vez. No encontrás la comodidad, no
sabes que haces ahí. Te preguntas que viniste a hacer.
-Lo que sea que
viniste a decir o a buscar… no va a tener sentido.
Una vez
pronunciadas estas palabras, su mirada cambio. Una extraña tristeza invadió su
rostro. Supongo que ya sabía que algo así iba a pasar, pero guardaba la
esperanza de que así no fuese. Se levanto y se dirigió hacia la puerta.
-¿Qué? ¿Tan rápido
te rendís?
Me miro por encima
del hombro. Suspiro con melancolía.
-¿Te duele ver en
que me convertí? ¿Te duele saber que esto es fruto tuyo?
Por alguna extraña
razón, no podía parar de atormentar con preguntas. Supongo que fue la suma de
las veces que me quede callado. Si había o existía un momento para explotar,
era ese. Y quería aprovecharlo.
-Siempre fuiste un
dolor de cabeza. Siempre soportándote. Pero cuando te toco a vos ocupar ese rol…
el rol de ser quien soporta. Nunca estuviste a la altura.
En una parte de
mi, sentía que eso era demasiado. Pero otra parte, me pedía que diga más y más
cosas. Que atormente todo lo que pueda.
-Te duele verme
psicopatear. Te duele verme verte por dentro, sin filtro alguno. Que te haga
preguntas que te duelen. Te duele verme la frialdad y la forma de calcular a
flor de piel. ¿Qué tan tortuoso te resulta esto?
No pude evitar
esbozar una sonrisa. ¿Me estaba volviendo loco? ¿Acaso me enfermo a tal punto
de perder la cordura?
-Por alguna
extraña razón… esto me resulta divertido. Me entretengo de una forma que nunca
antes lo había hecho… y siento que podría seguir haciendo esto por horas.
Se dio vuelta, y
sus ojos estaban cristalinos. Llorosos. Me veía con lastima. Qué triste es su
vida… no hay lastima alguna que tenerme. Al fin puedo expresarme.
-Así que a esto le
tenías miedo. –Le dije con sobra.
-¿Dónde estás? ¿Por
qué te fuiste? –Me dijo triste, ya sin poder contener el llanto.
-No me fui… -No podía
evitar decírselo con lastima.
-Deja de
psicopatear. –Imploraba.
-No es de psicópata,
es de sociópata. Y esto es lo que soy. ¿Te aterra? ¿Te da miedo? Lástima, es en
lo que me convertí y fuiste participe de ello. –Me levante y fui acercándome lentamente
para decirle las últimas palabras lo más cerca posible.
Y se fue. Llorando. Para nunca más volver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario