martes, 1 de diciembre de 2015

Un hombre de traje negro.

Un hombre de traje negro, oscuro. Oculto entre la multitud.

Pasando desapercibido ante los ojos de todos. Siendo observado.

Paseando de lado a lado. Ignorando todo y a todos.

Lleva una mirada ausente, una mirada triste.

Es un día de sol, de sol intenso.

Le cuesta alzar la vista. Le cuesta levantar la cara.

Pasean cerca de él. Personas conocidas, personas amigas.

Le hablan, una y mil veces, pero él no las escucha.

Se sienta y mira. Mira a todos esos, ahí parados.

Se hace preguntas. Se responde otras.

Los odia. Los quiere. Los ama.

No sabe que sentir, pero sabe que no quiere sentirse triste.

Le toca hablar a él. Habla. Les habla a todos.

Lo escuchan con atención. Se acercan y lo abrazan.

Él no siente nada. Ya no siente.

Pasa desapercibido entre todos, siendo eso imposible.

Se acerca a ese cajón abierto. Mira en su interior.


Acerca su mano al rostro del niño adentro y susurra “Un padre no debería acudir al velorio de su hijo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario